martes, 17 de junio de 2014

LA PIEDAD

                    LA PIEDAD





1.Definir la Piedad.

Según san Agustín Es una  Virtud que inspira, por el amor a Dios, devoción a las cosas santas, y por el amor al prójimo, actos de abnegación y compasión.  La piedad nos conduce al servicio, de Dios. Tiene una gran extensión en el ejercicio de la justicia cristiana: se prolonga no solamente hacia Dios, sino a todo lo que se relacione con El, como la Sagrada Escritura que contiene su palabra, los bienaventurados que lo poseen en la gloria, las almas que sufren en el purgatorio y los hombres que viven en la tierra.

1.1 La importancia de la piedad en la vida. 
La piedad en nuestra vida diaria es un punto crucial de gran importancia para  que reflejemos  a Cristo en la demás personas. Es necesario nutrirnos de la palabra de vida concerniente a Cristo, para que podamos crecer en el conocimiento de dios  y así practicar obras de amor que nos lleve amar al   prójimo  como a uno mismo. A ser el bien sin mirar a quien,  ayudar  a las personas sin esperar nada, así como lo hizo Jesús en su vida. 

A medida  en que nosotros nos demos incondicionalmente, al mismo tiempo estamos cooperando con el reino de dios.De esa manera daremos el ejemplo a nuestro prójimo y lograremos  una sociedad capaz de hacer el bien en todo momento.


1.2 La importancia de la Piedad en la Educación.

En la Educación es importante sembrar el valor de la piedad, nos conduce  a colocar en practica los principios que nos lleva a ser virtuoso con el objetivo  de hacer el bien, responsable, ayudar al otro, bondadoso, tolerante, aceptar al otro.
Los  valores son la base solida para tener una educación óptima y sobre  todo para alcanzar la madurez y crecimiento espiritual en los jóvenes y niños.  

El corazón del niño y joven  es tierra virgen que recibe por vez primera la simiente. Si el docente se prepara y cultiva bien esos  corazones, si la semilla es buena, dará frutos abundantes y duraderos






EL VALOR DEL PERDÓN

EL VALOR DEL PERDÓN


                                               

El perdón es una decisión, no un sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos más la ofensa, no sentimos más rencor. Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma y la tendrá el que te ofendió
 
Muchas veces, se nos hace difícil perdonar. Digo perdonar, no desde las palabras -un “te perdono” puede resultar hasta una fórmula hecha-, me refiero a perdonar desde lo más profundo de nuestro corazón. Cuando hemos sido ofendidos, defraudados, algo se quiebra dentro de nosotros. Entonces, tendemos a encerrarnos en nuestro dolor, como mecanismo de defensa, nos distanciamos de aquél que nos hirió, como si alejándonos, la angustia menguase. Sin embargo, pocos entendemos que, para sanear un corazón lastimado, el perdón genuino es la mejor opción, aun resultándonos difícil.
 
Cuando uno perdona, desde lo más profundo de su alma, sana las heridas, quita el sabor amargo que ha quedado y deja vacío ese espacio que ocupaba el rencor o la ofensa para dar cabida a sentimientos y sensaciones más agradables.


 


Por otro lado, perdonar implica entender al otro, su circunstancia, su situación y –desde ese entendimiento- construir un mejor lazo, un vínculo de mayor empatía. Cuando hemos sido defraudados o maltratados, no es fácil poner la otra mejilla, no somos Jesús, pero podemos tratar de imitarlo.  
 
A menudo, sentimos que hemos perdonado, así lo creemos, pero, a la hora de volver a arriesgarnos, el perdón se desdibuja. Si no volvemos a confiar, no hemos perdonado del todo.
 
El perdón limpia, redime, eleva, nos hace más bondadosos y más grandes. El rencor pesa demasiado, no es una carga fácil de llevar en la vida. Nos roba energías para enfrentar la vida de una manera más positiva, aletarga nuestro paso y no nos conduce a buen destino.
 
Perdonar puede ser también un ejercicio. Hay muchas cosas en la vida a las que uno aspira, pero no consigue fácilmente, quizás el saber perdonar sea una de ellas. De todos modos, bien vale la pena intentarlo una y otra vez. ¿Cuál es el riesgo? ¿Qué seamos heridos nuevamente? ¿Qué nuestra confianza se vea de nuevo defraudada?  Es una de las posibilidades. ¿Cuáles son las otras? ¿Que nos sintamos en paz con nosotros mismos, que nos reencontremos con el otro desde otro lugar, que nos hayamos acercado un poquito más al Señor? Posibilidades todas que bien merecen tomar ese riesgo.
 
El perdón nos ayuda a vivir en paz con nosotros mismos y con los demás, pero también ayuda a quien nos ha lastimado. Si aquél que obró mal siente que es realmente perdonado y que nuestro corazón le abre sus puertas nuevamente, sin dudas, no volverá a lastimarnos.
 
El rencor aleja, endurece, contrae y nos empequeñece. El perdón nos da, ni más ni menos, la posibilidad de volver a empezar, de volver a creer.
 
El perdón cae como lluvia suave desde el cielo a la tierra. Es dos veces bendito; bendice al que lo da y al que lo recibe.




TEMOR A DIOS

TEMOR A DIOS 


En ejudaísmo y el cristianismo, el temor de Dios es uno de los dones del Espíritu Santo, el cual inspira reverencia de Dios y temor de ofender lo, y aparta del mal al creyente, moviéndolo al bien. Es el don que nos salva del orgullo sabiendo que lo debemos todo a la misericordia divina. Por el temor de Dios se llega al sublime don de la sabiduría.
El temor puede ser saludable, hay un temor propio y otro impropio. El temor puede hacer que la persona proceda con la debida cautela frente al peligro y de este modo evite la calamidad; o puede ser mórbido y acabar con la esperanza, lo que debilita la resistencia emocional y puede llegar al extremo de ocasionar la muerte. El temor de Dios es saludable; consiste en un sentimiento de profunda reverencia hacia el Creador, y es un temor sano de desagrada le por el aprecio que se tiene a su amor leal y bondad, y debido también al reconocimiento de que es el Juez Supremo y el Todopoderoso, Aquel que puede castigar o destruir a los que le desobedecen.
Se describen dos clases de temor de Dios: el temor filial y el servil. El temor de Dios filial es aquel por el que se detesta el pecado o se aparta de él, no por las penas con que son castigados los pecadores, sino porque aquello es una ofensa a Dios, algo que le desagrada a Él. Por otra parte, temor servil es el que evita el pecado por la pena que lleva consigo. Es decir, como dice San Basilio, "hay tres estados en los que se puede agradar a Dios. O bien hacemos lo que agrada a Dios por temor al castigo y entonces estamos en la condición de esclavos; o bien buscando la ventaja de un salario cumplimos las órdenes recibidas en vista de nuestro propio provecho, asemejándonos así a los mercenarios; o finalmente, hacemos el bien por el bien mismo y estamos así en la condición de hijos".
Por otra parte, el Eclesiástico precisa qué se entiende por temor del Señor. No se trata de un sentimiento que aturde y agobia, que provoca rigidez mental o pequeñez de espíritu, anulando la voluntad. El temor del Señor nace más bien de la mirada clara que lleva a descubrir que sólo el Señor es digno del servicio del hombre; sus palabras, las únicas a las que se puede hacer caso; sus caminos, los únicos que vale la pena seguir; su ley, la única que merece sumisión. Al mismo tiempo, el Señor es el único ante el cual puede humillarse el hombre. El es el único Señor verdadero, como - de acuerdo al judaísmo y al cristianismo- lo ha demostrado con su inalterable y continua fidelidad a la confianza que los hombres han puesto en Él. Solamente de Él, y de nadie más, se puede decir que «es clemente y misericordioso, perdona el pecado y salva del peligro» Sin embargo, según la fe católica, el temor del Señor es el único camino por el que el hombre llega a ser libre y a liberarse por completo.
El temor de Dios, bíblicamente:
  • El temor de Dios trae confianza y seguridad a los que andan en integridad (Proverbios 14:26-27)
  • El temor de Dios es aborrecer el mal (Proverbios 8:13)
  • El temor de Dios es sabiduría (Job 28:28; Proverbios 1:7; 9:10)
El temor de Dios es una actitud de reverencia y respeto hacia Dios, que pasa progresivamente por las siguientes etapas:
  • Una conciencia de que Dios es el dueño de nuestras almas, y tiene el poder de otorgarnos la salvación eterna o condenarnos a la destrucción. Aunque la motivación que genera este temor es completamente egoísta, es preferible a no tener ningún temor de Dios.
  • Una conciencia de que Dios está permanentemente mirando todo lo que pensamos, decimos y hacemos, y que El tiene el poder para premiarnos o castigarnos de acuerdo a nuestra conducta; lo cual nos debería motivar a ser cuidadosos y apartarnos del mal.
  • Un deseo consciente y permanente de agradar a Dios en todo lo que hacemos y no ofender Su santidad.
  • Un reconocimiento humilde de que El es Dios y nosotros somos Sus criaturas, y por lo tanto, El es digno de ser temido y reverenciado.

EL VALOR DE LA SABIDURIA

EL VALOR DE LA SABIDURÍA

La sabiduría es una habilidad que se desarrolla con la aplicación de la inteligencia en la experiencia propia, obteniendo conclusiones que nos dan un mayor entendimiento, que a su vez nos capacitan para reflexionar, sacando conclusiones que nos dan discernimiento de la verdad, lo bueno y lo malo. La sabiduría y la moral se interrelacionan dando como resultado un individuo que actúa con buen juicio. Algunas veces se toma sabiduría como una forma especialmente bien desarrollada de sentido común.

                                                      
En la Sabiduría se destaca el juicio sano basado en conocimiento y entendimiento; la aptitud de valerse del conocimiento con éxito, y el entendimiento para resolver problemas, evitar o impedir peligros, alcanzar ciertas metas, o aconsejar a otros. Es lo opuesto a la tontedad, la estupidez y la locura, y a menudo se contrasta con éstas. Tomás de Aquino define la sabiduría como "el conocimiento cierto de las causas más profundas de todo" (In Metaphysica, I, 2). Por eso, para él, la sabiduría tiene como función propia ordenar y juzgar todos los conocimientos.
La sabiduría toma sus referencias de lo que se denomina memoria a largo plazo. En otras palabras, lo vivido ha de haberse experimentado con suficiente frecuencia o intensidad como para que no se borre de nuestro recuerdo, se inserte en los esquemas de lo que consideramos bueno o malo y se tome en cuenta como parte de los procesos de supervivencia del individuo. El papel que juega este concepto en la selección natural es de vital importancia; aunque también impone una carga cuando el medio cambia y la memoria a largo plazo sólo rescata recuerdos que ya no son actuales, por lo que la edad, el envejecimiento y el desgaste neural suponen un handicap en la re-adaptación del individuo en cuestión, dificultando la inserción de los nuevos datos en dicha memoria, dilatando los tiempos de respuesta y poniendo en grave peligro la supervivencia del individuo en el medio cambiante como en la filosofía en los que se aplican los medios cuánticos.





EL VALOR DE LA BONDA

EL VALOR DE LA BONDAD

Definición 

El valor de la bondad es una inclinación natural a hacer el bien, con una 
profunda comprensión de las personas y sus necesidades. 



Tema 

Si pensamos o decimos que alguna persona es buena, nos referimos a que 
procura portarse bien, a que se esfuerza por ser feliz y hacer felices a los 
demás. 

La bondad es un comportamiento externo que nos informa de lo que se guarda 
dentro de sí mismo. La bondad, entonces podemos afirmar que es la expresión 
del amor, que se ve amorosamente a las personas y a la naturaleza. Es causa 
de gran preocupación para quienes pensamos así, ver como los niños 
pequeños maltratan, torturan y matan a los animales domésticos por el gusto 
que esto les produce. Por el contrario ver como los niños cuidan amorosamente 
a los animalitos, admiran las plantas, la luna y todo lo que ven nos produce 
gran emoción de esperanza en un mundo mejor. 

Pero como al inicio escribimos, la bondad es una inclinación universal, la 
historia está llena de personas que hicieron el bien a la humanidad. Por todos 
lados se ve el heroísmo y el sacrificio de los padres a favor de sus hijos, sin 
que la historia de cuenta de su anónimo comportamiento. Quizás su recuerdo 
queda sólo en nosotros los adultos que algún día fuimos bendecidos por sus 
cuidados. 

La bondad puede desarrollarse sin discursos, con el simple ejemplo, con laimitación por admiración de los que son buenos. Se puede enseñar a 
reconocer nuestro interés individual; no guiados por el simple principio de lo 
que nos agrada, sino buscando ser amables con nosotros mismos, pero sin 
lastimar a los otros ni a la naturaleza. 


Cómo se desarrolla la bondad 

El valor de la bondad se desarrolla cuando: 
• Damos ejemplo de buen comportamiento en la vida diaria: saludando, 
escuchando, evitando juzgar sin conocer, orientando, dando su lugar a cada 
persona. 
• Cuidamos las plantas y mascotas de nuestra casa. 
• En nuestro trabajo y actividades cumplimos, evitamos excusas y apoyamos 
en lo que se necesita con buen ánimo y una sonrisa para todos. 


Pienso positivamente 
“Amo profundamente a las personas y a la naturaleza, porque son expresión de 
la esencia divina” 
“Porque he aprendido que lo importante no es el color, la forma, la fealdad o la 
belleza externa, sino lo que cada quien guarda dentro sí” 

Para reflexionar 

Decálogo de la bondad 
1. La bondad es la muestra máxima de la plenitud en el ser humano. 
2. Ser bondadoso implica ser auténtico, no simplemente parecer bueno. 
3. Las personas buenas merecen nuestro reconocimiento e imitación. 
4. El prestigio de una persona debiera ser su vida buena y no su buena vida. 
5. El engaño es lo contrario a la bondad. 
6. La bondad no es una norma social, en el fondo es deseo de perfección 
espiritual. 
7. La bondad es también amabilidad, cortesía y paz interna, pero no es 
adulación ni vanidad de nuestras “cualidades”. 
8. Falsificar la bondad es quitar el significado a nuestra esencia humana. 
9. Fingir bondad para salirse con la suya, es acarrear nuestro propio mal. 
10. Obtener ganancias o cosas no nos llena; la bondad, en cambio, colma 
nuestro corazón. 


Qué implica la bondad en la familia 

• No confundir el dar y hacer cosas porlos demás con el ser bueno; ser 
bueno significa procurar la felicidad propia y de toda la familia, sin reclamar 
ni echar en cara lo que por ellos hagamos o hayamos hecho. 
• Enseñar el ser bueno, para no confundirlo con vivir disipadamente, con 
tener muchas cosas, con dar buena imagen; sino con la comprensión de 
que la bondad está en una vida recta apegada a nuestros principios 
morales


El VALOR DE LA FE

El VALOR DE LA FE


La fe es, generalmente, la confianza o creencia en algo o alguien. Puede definirse como la aceptación de un enunciado declarado por alguien con determinada autoridad, conocimiento o experiencia, o como la suposición de que algo reflexionado por uno mismo es correcto aunque falten pruebas para llegar a una certeza sobre ese algo. La fe va de la mano con la confianza.
Las causas por las cuales las personas se convencen de la veracidad de algo que aceptan por fe, dependerán de los enunciados filosóficos en los que las personas confían y de otros aspectivos de tipo emotivo o cultural. La palabra «fe» puede referirse directamente a una religión o a la religión en general y también puede referirse a la firme creencia en algo de lo cual no existe pruebas



EL VALOR DEL CARIÑO

EL VALOR DEL CARIÑO

El cariño es la inclinación de amor o afecto que se siente hacia una persona, animal o cosa.
La afectividad es un elemento clave en el desarrollo humano, si ésta está minusvalorada, despreciada o simplemente poco cultivada el niño, la persona que crece o envejece lo hará con unas carencias y desajustes muy serios.
Todos necesitamos que nos manifiesten cariño, cercanía, afecto. Todos necesitamos mostrarlo.
Para un desarrollo integral de la persona necesitamos contar con el caudal de sentimientos que cada niño, cada joven, cada adulto, cada anciano posee.
El cariño se relaciona con el sentimiento de intimidad. Este tipo de relación es la que se da entre amigos, familiares...etc. Necesita de más componentes para considerarse una relación de pareja.

                                                     

El cariño familiar

Da seguridad, cimienta la personalidad del individuo, hombre o mujer, proporciona convencimiento a las acciones y evita caer en el tremendismo. El cariño familiar sirve de colchón donde caer en los malos momentos, de soporte donde agarrar cuando las cosas vienen mal dadas.